La certificación de eficiencia energética es un tema de máxima actualidad, pero, a pesar de ello, aún suscita demasiadas dudas.
Esto es de esperar debido a la complejidad de los diferentes cálculos necesarios para la obtención del certificado energético o calificación energética (A, B, C, D, E, F o G). Lo primero que hemos de decir es que, a pesar de que se utilice el término ‘calificación’, esto no supone un suspenso o un aprobado al uso. Es, simplemente, la valoración de la vivienda en función de su eficiencia energética, es decir, las necesidades térmicas tanto para calentarse como para enfriarse y las emisiones de CO2 que genera para cubrir estas necesidades térmicas.
Todas estas directrices vienen marcadas por el IDAE (Instituto para la Diversificación y el Ahorro Energético) organismo dependiente del Ministerio de Industria, Turismo y Comercio a través de su publicación Escala de calificación energética para edificios existentes.
En ellas, se describen los factores influyentes para la obtención de la calificación en nuestro certificado energético.
Un dato muy importante a considerar es que, para la obtención de la calificación, el IDAE ha optado por hacer una escala comparativa dentro de la misma zona climática (según el Código Técnico de Edificación) y por tipologías de viviendas (viviendas en bloques o viviendas unifamiliares). Esto significa que la obtención de la calificación energética de una vivienda en Santander no se debe comparar con la obtenida en Huelva, pues lo que se pretende es tener escalas comparativas en las mismas zonas climáticas, por tanto la casa de Santander puede que emita más CO2 a la atmosfera pero tenga mejor calificación que la de Huelva que emite menos CO2.
Por otro lado los factores que otorgan una u otra calificación energética están comprendidos en dos grandes grupos: demandas y emisiones.
Los valores que generan las demandas vienen dados por el tipo de construcción y el sistema constructivo, la superficie, la calidad de los materiales (aislantes principalmente), la orientación y la situación geográfica del inmueble entre otros. Ahora bien, estas demandas influyen directamente, no solo en el primer resultado numérico necesario para la obtención de la letra final, sino también en la cantidad de las emisiones de CO2.
En este sentido, que el CO2 se emita en mayor o menor grado también depende de los tipos de instalaciones de calefacción, refrigeración y agua caliente, dependiendo por supuesto del tipo de combustible que empleen, siendo las instalaciones que utilizan energías renovables las que tienen mayor eficiencia y mejoran la letras de nuestro certificado energético, pues producen una cantidad CO2 prácticamente nula.
Así pues en base a lo anteriormente descrito tendremos una calificación energética mejor (A, B, C), intermedia (D, E) o baja (F o G)